Como criar a un cuervo.

Era de madrugada, no se sabe exactamente la hora, pero una pareja con su bebé caminaban por la oscuridad de la noche, nadie sospechaba quienes eran o de donde venían, pero su paso era rápido a pesar de la lluvia que caía en el momento. Cada gota sonaba como un estruendo en la noche, al que se le sumaban los llantos del crío. La verdad es que no es una escena para recordar, pero es inevitable. A lo lejos un relámpago sonó iluminando el rostro de la mujer. Era Cristie Orega, que iba junto a su acompañante, Argas Thunderstorm. Ambos corrían hacia un portal en el que otra persona estaba esperando, las luces de varias velas iluminaron los rostros de las tres personas que se encontraban allí, Cristie, Argas y Aeria Stonewell.

- Buenas noches, Cristie, Argas... - Dijo Aeria en son de saludo mientras jugaba con su pelo, un pelo rizado por los años de color marrón, que ayudaban a disimular las arrugas en su rostro. Sus ojos color ámbar se posaron en la criatura que descansaba en las manos de Cristie. Apartó un poco su capa dejando al descubierto su mano para ajustarse las gafas y verle mejor. - Y él debe de ser... Crow... - Terminó de hablar.

- Buenas noches, Aeria, si, él es Crow, te doy las gracias por acogernos esta noche. Sin ti la guardia del rey nos habría encontrado. - Dijo Cristie.

- Si, te lo agradecemos de verdad. - Añadió Argas.

- No os preocupéis, no es nada, para algo están los amigos, pasad pasad, vais a coger frío ahí fuera. No quiero que ninguno de los tres enferme. Sería algo molesto. - Añadió Aeria mientras hacía un par de conjuros para iluminar la casa y cerrar las puertas por las que pasaban. La mujer era una maga muy experimentada capaz de dejar a muchos de los mejores magos de la ciudad callados. Pero era de esperarse, siendo la mano derecha del Gran Patriarca.

Acabaron llegando a un salón muy bien acomodado con varios sillones de color rojo, una lampara colgaba en el centro de la estancia iluminando la mesa que se situaba debajo, llena de papeles sobre magia y algún que otro encargo.

- Siéntense por favor... Tenemos mucho de lo que hablar... - Pidió Aeria.

Las dos personas se sentaron y Cristie calmó al bebé el cual dejó de llorar, sabía que el niño tenía hambre, pero no podía darle de comer, y esto le dolía mucho.

- Dinos, Aeria, ¿qué ocurre? - Preguntó Argas.

- Veréis, estáis en una situación muy mala, no tenéis casa, os persigue la guardia del rey y no podéis alimentar a vuestro pequeño... Dejadme cuidar de él, lo trataré como a mi propio hijo... - Decía Aeria mientras un brillo en sus ojos se materializaba, pero este no era un brillo normal, mostraba algo oscuro, una intención oculta que Cristie logró detectar.

- Argas... Aeria está... - Susurró Cristie.

- Lo sé, ella está de su parte... No debimos haber venido... - Respondió Argas en otro susurro.

- ¿Qué ocurre queridos? - Preguntó Aeria sonriendo de oreja a oreja. - ¿Estáis preocupados por algo?

En ese momento Aeria hizo una señal casi imperceptible y unas personas se movieron muy sigilosamente por las sombras de la habitación mientras los padres de Crow se levantaban con intención de salir de allí.

- Nosotros... Es mejor que nos vayamos...

- Oh... Así que no aceptáis mi ayuda... No lo creo... - Dijo Aeria mientras sus ojos se sombreaban. - ¡Dame a ese chiquillo! - Gritó mientras se lanzaba hacia la mujer y le quitaba al bebé de las manos. Cristie intentó resistirse pero unas manos salían de las sombras y sujetaban a la pareja firmemente.

- ¡Los guardias del rey! - Gritó Argas. - Tú... ¿Por qué nos haces esto..?

- Es vuestro hijo... Tiene un potencial muy valioso que vosotros no sabríais aprovechar... Además, como buena ciudadana que soy, no puedo dejar libres a los que intentaron asesinar al rey... - Dijo mientras se reía con malicia. Entonces se dio la vuelta y caminó hacia una de las puertas en la estancia. - Espero que tengáis una muerte rápida.

- Te maldigo Aeria Stonewell, te maldigo con toda mi alma... - Dijo Cristie a punto de derrumbarse. Toda su vida había cambiado en dos días... Nadie sabe por qué, pero desde el mismo castillo real, una orden de arresto y asesinato a la familia Thunderstorm y Orega se había extendido, las razones eran el intento de asesinato del rey. Esto a ambas familias le había pillado por sorpresa, y no pudieron defenderse a tiempo, y ese día se celebraba el aniversario de la pareja que había unido ambas familias, por lo que todos estaban reunidos en un mismo lugar... Aquello fue una masacre. Algunos lograron escapar, pero a medida que avanzaba la noche todos fueron asesinados, todos menos Cristie y Argas, quienes corrieron junto a su bebe hacia la casa de la que era su amiga de confianza. Le habían avisado de antemano con un cuervo mensajero así que a Aeria le dio tiempo de preparar todo aquello. Fue un gran error...

Los soldados tiraron a los presos al suelo y los amordazaron, justo después elevaron sus espadas para inmediatamente dar un golpe firme y arrancar las cabezas de Cristie y Argas de sus cuerpos. La sangre se expandió por todo el salón, y en la mano izquierda de Crow, apareció una marca extraña, de la cual, Aeria no se dio cuenta.

Crow despertó como cada mañana, fue hasta el baño y se lavó la cara, salió de su habitación y bajó las escaleras para llegar a la cocina, ese era un día especial. Ese día, Crow cumplía los ocho años, y por eso, el chico sonreía de forma radiante, enseñando el colmillo que le faltaba. Aeria, la cual había convencido a Crow de que sus padres le habían abandonado se había convertido en su madre y le había prometido algo especial para su octavo cumpleaños. Pero cuando entró en la cocina, solo vio a Gregor, el sirviente de Aeria, sirviendo un desayuno como el de cualquier día.

- Buenos días Gregor... ¿Y mama? - Preguntó Crow.

- Buenos días pequeño, tu madre ha ido a preparar algo especial. - Dijo mientras se giraba y sonreía al niño. - Y va a ser para ti.

El niño puso una cara de enorme de felicidad para luego sentarse en la mesa y comer el desayuno junto a Gregor. Ese hombre se había convertido en el mejor amigo de Crow a lo largo de su vida, ya que el niño no había salido de la casa más que para comprar un par de veces junto a Aeria, ella le decía que no necesitaba ir fuera y se lo había prohibido a no ser que fuera acompañado.

Luego de comer, agradeció a Gregor por el gran desayuno, se levantó y fue al salón a jugar con sus juguetes mientras esperaba a su madre, la cual no tardó en llegar. La mujer venía cargada con un libro y una pequeña caja, luego de dejar estas cosas en su mesa saludó a Crow con un abrazo y le felicitó. Acto seguido le pidió que le acompañara al sótano, que tenía una sorpresa para él. Obviamente, al ser su madre y teniendo la inocencia de un niño, Crow ni se esperó lo que estaba a punto de pasarle.

Bajaron las escaleras y cuando estuvieron a punto de llegar, Aeria se dio la vuelta y le colocó un colgante en el cuello de Crow, le habló de que era un colgante mágico que siempre le protegería, luego prosiguieron su camino hasta el sótano, donde habían algunos globos colgando y otras cosas, pero eso era solo fachada, inmediatamente Aeria dejó inconsciente a Crow con un hechizo y lo llevó hasta un altar en el centro de la estancia.

Crow abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba amordazado, miró a su madre y rompió a llorar, quería irse de allí, pero Aeria tenía otros planes, de su bolsillo sacó una extraña esfera reluciente y la colocó en el pecho del niño. Un dolor intenso acudió al cuerpo de Crow, el cual empezó a gritar e intentar escaparse. En el piso de arriba, Gregor usó un hechizo de insonorizar y se recostó en una de las mesas sin poder evitar que se le escaparan unas lágrimas.

A pesar de los gritos del chiquillo, Aeria no paró el hechizo y empezó a reír mientras observaba como poco a poco, aquella esfera iba penetrando en el pecho del muchacho, fusionándose con su cuerpo. Era un dolor inimaginable, los ojos del crío casi se volvieron blancos y la baba caía entre sus gritos desgarrando su garganta.

Una vez terminado el proceso, el chico se encontraba desmayado, no había durado mucho tiempo despierto, pues el dolor era insoportable, pero el tiempo necesario para poder realizar el hechizo había sido exitoso y no había rastro ni marcas de la incisión de la esfera.. Aeria, aún con una sonrisa en la cara, curó las heridas en la garganta de Crow y se metió en la mente del chico para cambiar esa experiencia tan dolorosa, con la mejor fiesta de cumpleaños del mundo, luego le cogió en brazos y lo subió hasta su habitación.

- Bien... Mi plan ha funcionado después de todo... - Dijo mientras miraba a la criatura. - Tu libraras a este mundo de toda la escoria...

Al día siguiente Crow se despertó con una sonrisa en su cara, había tenido la mejor fiesta de cumpleaños del mundo.